“Sana, sana, culito de rana, sino se cura hoy, se curará mañana” que simpática rima nos decían de pequeños cuando nos lastimábamos jugando, y ante el llanto por el dolor causado, nuestro cuidador tocaba cariñosamente la zona dolorida y finalizaba con un beso sanador que calmaba hasta el más desesperado llanto.
Que misteriosa técnica de terapia contenida en ese gesto de ser-tocado, quedando reflejada en lo que hoy tomamos como tarea del médico, el cual ayudará a suprimir el hecho de que algo me duele

El dolor es siempre incomprensible, solo se entiende verdaderamente lo que es cuando uno ha tenido ese dolor. Pero, cuando pasa, uno es nuevamente otro. No es que se olvide lo sufrido, pero hay algo que nos separa de lo vivido mientras tenía dolores. El dolor es pasajero, no dura eternamente. Podemos tenerlo y luego relatarlo, pero no podernos representarlo con claridad y menos todavía demostrarlo. Cuando ya no existe es un fantasma aterrador, pero ya no es una realidad. Por su presencia nos convertimos en otra persona. Un dolor es un fuerte revolucionario, quiere dominar y, cuando lo consigue, no nos permite pensar, ni trabajar, no se puede recibir ni gozar.

Es la lucha oscilante, es la simultaneidad de tener algo y al mismo tiempo desear su eliminación, de la desunión de algo vivo, el dolor es origen y obligación para tomar una decisión: o bien realizo la separación de una parte mía o reconstituyo mi unidad con la curación. Esta decisión entre separación y curación, impuesta por el dolor, hace referencia a nuestro “yo” disociado, entre nuestros impulsos innatos (Ello) y la forma realista de cumplir estos deseos (Yo).
El dolor es psíquico, es una señal que incita a que se provoque un cambio, por ejemplo: si me entra una pequeña piedra en mi zapato y me provoca dolor en el pie, me aviva un malestar que hace que detenga mi marcha para sacar la piedrecita del zapato para así poder continuar sin dolor. El dolor por tanto invita a un cambio de actitud y en gran medida nuestra actuación repercutirá en la evolución del mismo.

En la mayoría de las ocasiones, buscar la causa provoca un alivio, una esperanza de que le den fin a tu dolor. Sin embargo, decidir que la solución únicamente la tiene el médico es engañarnos, es no hacernos cargo de nuestra curación.
El dolor trae a la luz de la conciencia lo más interno y sumergido, por ese motivo no importa tanto la causa sino la función que tiene el dolor el nosotros. Qué esconde y silencia el dolor, qué debemos resolver con este sufrimiento.